Wednesday, July 28, 2010

¿El fin de la tauromaquia en Barcelona? José Tomás, en Barcelona, ante seis toros




espejuelo | 06 July 2009
José Tomás dejó sentado ayer en Barcelona, en una Monumental absolutamente atestada, abarrotada y orgullosa de contener un magno acontecimiento de carácter irrepetible, que el toreo es básicamente un ejercicio espiritual, una vocación a veces hermética que sobrepasa las barreras de cualquier idioma y que trasciende la técnica y los manuales para adentrarse en esos terrenos donde lo que manda es el alma, el corazón y los sentimientos; donde el ser humano es capaz de abandonarse a sí mismo para entregarse como en un ancestral rito en una dialéctica donde el diafragma apenas es capaz de contener los latidos, en la que cerrar los ojos y mirar a la vida con las pupilas del alma se impone como una obligación. Pero una cosa es el corazón y otra los asuntos; y para que se sepa, ayer José Tomás en Barcelona cortó cinco orejas, pulverizó las estadísticas y además de jugarse la vida como un perro y resultar por dos veces dramáticamente volteado, toreó al natural como los ángeles, dibujó gloriosas verónicas al ralentí, pases de pecho de pitón a rabo inacabables y explosionó a la concurrencia toda con un quite vertical y austero por gaoneras esas suyas de infarto tan inverosímiles y enhiestas como Santa María del Mar en las que rivalizó con la Sagrada Familia en altura y belleza, en parsimonia y emoción. Y todo eso se cuenta siendo consciente de que no salió ni un solo toro completo, ni un solo animal con el que poder arrasarse por dentro como hizo hace más o menos un año en Madrid. Sin embargo, fue capaz de dar a cada toro lo que se merecía y ese punto más que atesora este torero como ningún otro. De hecho, la faena más maciza de la tarde la dibujó al segundo del envío, un astado de El Pilar altón y descolgado que desde el primer momento dejó sentado que por el pitón izquierdo no estaba dispuesto a tragarse ni un muletazo. El toro se frenaba incierto, se venía inopinado a los engaños y se las hizo pasar canutas a Gimeno Mora cuando le perdió la cara y le encajonó con alevosía en el burladero de matadores. La plaza hervía y salió José Tomás doblándose por bajo para sin pensárselo dos veces obligarle al natural. El toro no quería pero José Tomás sí. Y eso, con este hombre no tiene vuelta de hoja porque su tauromaquia es inapelable. Y lo metió en la canasta primero para después torearlo a placer en tandas inacabables en redondo en la que los lances surtían con una ligazón que ya no se volvió a ver en toda la corrida, aunque el delirio al que se fue entregando la plaza pudiera hacer parecer lo contrario. Hubo, eso sí, momentos imprescindibles al natural, ese toreo con la izquierda que con Tomás alcanza perfiles esenciales: la muleta arrastrada desde el inicio, el toro embebido en los vuelos pasando por la faja del torero y los remates atrás, siempre atrás, como si no existiera otro final posible que la anatomía profundamente desencajada para obtener el ole iniciático y brutal, el ole que se lanza desde dentro como si fuera un exabrupto pero que en realidad es un quejido, un aullido, un tremebundo aserto que brota de ese ejercicio de libertad que es su tauromaquia. El toreo vivió ayer en Barcelona una tarde honda, a pesar de los triunfalismos, del la ola de las multitudes que aclamaban a José Tomás como si no fuera de este mundo, como si hubiera venido a evangelizar a tierras de los gentiles. Pero todo eso son metáforas, discursos boreales. José Tomás torea para ejercer la libertad espiritual de un creador, torea para crecerse como persona, como ser humano, porque José Tomás es el torero del alma.

o Toros de distintas ganaderías (Núñez del Cuvillo, 1º y 6º; El Pilar, 2º y 4º; y Victoriano del Río, 3º y 5º), bien presentados en líneas generales, limpios de pitones y de juego desigual. El mejor del festejo fue el 4º y el más incierto el peligroso segundo, que desparramaba la vista y se frenaba venciéndose con peligro por el pitón izquierdo. José Tomás (único espada): silencio; oreja; oreja tras aviso, dos orejas tras aviso; oreja tras aviso y ovación con saludos. Salió a hombros. Plaza de toros de Barcelona, lleno impresionante en tarde tórrida en la que por momentos molestó el viento

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